El Fuego Panamericano
Con motivo de los Octavos Juegos Panamericanos celebrados en Puerto Rico en julio de 1979 se trazó una ruta para que la antorcha olímpica pasara por todos los pueblos de la Isla. Lajas, cuna de grandes maratonistas, se preparó con entusiasmo para participar en tan grande acontecimiento deportivo. Todas las instituciones locales unidas en una sola, organizaron un programa para que la ceremonia de la instalación de la antorcha olímpica resultase en un completo éxito. La misión consistía en traerla desde Guánica en manos de corredores, rendirle homenaje en la plaza pública, y pasada la noche entregarla a los corredores que habrían de llevarla hasta Sabana Grande.
A la Organización Deportiva y Atlética Lajeña, Inc. (ODAL), le correspondió la tarea más difícil, la de organizar el grupo de corredores que en relevos, traerían la antorcha olímpica desde Guánica. La ODAL cumplió a cabalidad su encomienda presentando un espectáculo tan maravilloso, que pasarán muchos años antes de que volvamos a ver algo igual en Lajas.
El 14 de junio de 1979 una guagua del gobierno municipal, llevando los atletas lajeños, se dirigió al vecino pueblo de Guánica para cumplir la encomienda de traer la antorcha olímpica, como parte del compromiso de todos en los Juegos Panamericanos. Empezaba a caer la tarde y la carretera de Guánica a Lajas (carretera estatal 116) estaba colmada de gente, y vehículos en espera del gran acontecimiento.
El pueblo de Guánica lucía de fiesta. Había mucha gente en la plaza y sus alrededores. Después del discurso de rigor por el Honorable Alcalde de Guánica, éste entregó la antorcha a nuestra campeona del maratón femenino estatal, la joven lajeña Magaly Morales, con la encomienda de llevar la llama olímpica hasta Lajas.
Magaly salió corriendo en dirección a Lajas, en el primer tramo de esta interesante carrera. La guagua con los atletas se adelantó depositando en los sitios previamente asignados a los atletas que correrían los diferentes tramos para llevar la llama olímpica hasta la plaza de Lajas. Oficiales de la Policía, patrulleros y una escolta de motocicletas de la policía, atronando el espacio con sus sirenas, tuvieron que apelar a los últimos esfuerzos para poder controlar el inmenso gentío y los cientos de carros apiñados a lo largo de la carretera 116. ¡Todos querían ver este grandioso espectáculo!
En el sitio convenido Magaly le pasó la antorcha a Juan (Cano) Colón, y así ésta fue pasando de las manos de un corredor a otro en el siguiente orden: Edgardo (Pingo) Acosta, Ignacio (Nacho) Ortiz, Luis (Gongre) Irizarry, María Vargas, Freddie Pagán, Miguel Rivera, Osvaldo Cotte, Ángel J. Lugo, Eduardo (Yoty) Rosado, Julio (Yuyito) Plores, Wady Plores, Antonio Santana, Edgardo Rivera, Andrés Gutiérrez, José Ángel Lugo, José Maya, Samuel Almodóvar, Félix (Colorao) Rosado, Manuel Rojas, Richard Riveiro, Tony Riveiro, Arturo Irizarry, Alfredo Velázquez, Miguel Sepúlveda, Nilda (Cuca) Sanabria, Enrique (Kikito) Ramírez, Eric Báez, Pello Irizarry, Lupercio (Percha) Lluch, Leonel (Ñeque) Cuevas, Rafael Irizarry, Roberto Mercado, Carmelo Martínez y finalmente en pareja Domingo Padilla y el reverendo William Rico.
Según lo establecido, Domingo Padilla, decano del maratonismo puertorriqueño era el designado a entregar la antorcha olímpica en la plaza pública de Lajas, y el reverendo William Rico, también buen maratonista lajeño, correría a su lado. Padilla, en un noble gesto para con su discípulo en el atletismo, lo obligó a sostener también la antorcha olímpica, para entre los dos entrar triunfantes en la última etapa de la carrera. Cuando entraron por la calle 65 de Infantería, antes calle Lealtad, y calle principal del pueblo, con la antorcha iluminando sus rostros sonrientes, empezaron a repicar las campanas del pueblo y una descarga de cien cohetes iluminó el espacio.
La multitud era tanta que invadía la entrada de los corredores. Había gente en las calles, aceras, terrazas, balcones, vehículos y hasta en los techos de las casas. No se querían perder el más grande espectáculo jamás celebrado en Lajas. La policía y los altos oficiales del evento estimaron que en el pueblo en sí se reunieron sobre 10,000 personas para esperar la llama olímpica. Estos últimos momentos de la llegada es algo que jamás se podrá olvidar.
La Banda de la Policía de Puerto Rico calmó un poco los ánimos de la multitud con su ameno y alegre repertorio de piezas musicales. En la tarima de la plaza se celebró el ceremonial programado mientras la antorcha ardía alegre como si gozara con la tenue brisa que se dejaba sentir. El ceremonial siguió su curso entre aplausos y fotografías. Uno de los momentos más emocionantes tuvo lugar cuando nuestro Monserrate (Purro) Basora, máximo exponente lajeño en el boxeo mundial, subió a la tarima y se confundió en un abrazo con Domingo Padilla, y ambos lloraron de alegría. Habían pasado más de 40 años sin verse, desde los años preciados de la juventud, cuando gozaron juntos las alegrías que le brindó el deporte. Purro y Padilla representaron a Puerto Rico en los Juegos Centroamericanos del 1938 en Panamá.
A propósito y para comentarlo aparte por lo emotivo y sentimental dejamos de describir una parte de la carrera de relevo que llevó la antorcha olímpica a Lajas. Cuando Kikito Ramírez corría su tramo llevando la antorcha se detuvo en el kilómetro 5.5 de la carretera 116, exactamente en el sitio que su abuelo Enrique Ramírez cayera mortalmente herido para no levantar jamás, víctima del impacto de un vehículo en la mañana triste del 10 de junio de 1976. Mientras la antorcha permanecía en carrera estacionaria, los familiares, las autoridades religiosas y los presentes, elevaron una plegaria por el eterno descanso del alma de Enriquito, atleta y mentor de juventudes. Enriquito perdió la vida mientras practicaba la carrera del maratón.
Terminado el ceremonial en la plaza Juan Ramírez Ortiz, la gente permaneció en alegre tertulia cerca de la llama olímpica, ya que estaba programada para permanecer toda la noche en ese lugar. Todas las instituciones de Lajas le hicieron guardia de honor. Muchas personas pasaron la noche en la plaza. Félix Rosado después de consumir su turno y otra clase de turnos, durmió en un banco de la plaza como homenaje a la antorcha, o al Dios Baco.
A la mañana siguiente atletas del vecino pueblo de Sabana Grande estaban ya temprano en Lajas esperando la hora de partir para llevar el fuego olímpico hasta su pueblo. A las once de la mañana comenzó un corto ceremonial, ante un enorme gentío que se había congregado en la plaza. En todo el pueblo no se encontraba un sitio para estacionar un vehículo. La gente se arremolinaba ansiosa de ver cuando la antorcha partiera para Sabana Grande. De pronto una lluvia de cohetes se elevó al azul del cielo y las campanas repicando en estrépito marcaron la hora de salida. El alcalde interino de Lajas, Honorable Víctor Marcos A. Ortiz, entregó la antorcha al primer atleta de Sabana Grande, un muchacho fuerte con trazas de buen corredor.
Volvió a sentirse el rugir de las sirenas de la policía, escoltando los corredores hacia el vecino pueblo. Minutos más tarde se sentía a lo lejos el bullicio de una enorme caravana escoltando a sus corredores. La antorcha olímpica se iba alejando más y más, hasta perderse en la lejanía. Se fue a cumplir el compromiso de todos, pero dejó en la historia del deporte lajeño una página gloriosa que ni el tiempo… ni nada… ni nadie, jamás podrán borrar.
A la Organización Deportiva y Atlética Lajeña, Inc. (ODAL), le correspondió la tarea más difícil, la de organizar el grupo de corredores que en relevos, traerían la antorcha olímpica desde Guánica. La ODAL cumplió a cabalidad su encomienda presentando un espectáculo tan maravilloso, que pasarán muchos años antes de que volvamos a ver algo igual en Lajas.
El 14 de junio de 1979 una guagua del gobierno municipal, llevando los atletas lajeños, se dirigió al vecino pueblo de Guánica para cumplir la encomienda de traer la antorcha olímpica, como parte del compromiso de todos en los Juegos Panamericanos. Empezaba a caer la tarde y la carretera de Guánica a Lajas (carretera estatal 116) estaba colmada de gente, y vehículos en espera del gran acontecimiento.
El pueblo de Guánica lucía de fiesta. Había mucha gente en la plaza y sus alrededores. Después del discurso de rigor por el Honorable Alcalde de Guánica, éste entregó la antorcha a nuestra campeona del maratón femenino estatal, la joven lajeña Magaly Morales, con la encomienda de llevar la llama olímpica hasta Lajas.
Magaly salió corriendo en dirección a Lajas, en el primer tramo de esta interesante carrera. La guagua con los atletas se adelantó depositando en los sitios previamente asignados a los atletas que correrían los diferentes tramos para llevar la llama olímpica hasta la plaza de Lajas. Oficiales de la Policía, patrulleros y una escolta de motocicletas de la policía, atronando el espacio con sus sirenas, tuvieron que apelar a los últimos esfuerzos para poder controlar el inmenso gentío y los cientos de carros apiñados a lo largo de la carretera 116. ¡Todos querían ver este grandioso espectáculo!
En el sitio convenido Magaly le pasó la antorcha a Juan (Cano) Colón, y así ésta fue pasando de las manos de un corredor a otro en el siguiente orden: Edgardo (Pingo) Acosta, Ignacio (Nacho) Ortiz, Luis (Gongre) Irizarry, María Vargas, Freddie Pagán, Miguel Rivera, Osvaldo Cotte, Ángel J. Lugo, Eduardo (Yoty) Rosado, Julio (Yuyito) Plores, Wady Plores, Antonio Santana, Edgardo Rivera, Andrés Gutiérrez, José Ángel Lugo, José Maya, Samuel Almodóvar, Félix (Colorao) Rosado, Manuel Rojas, Richard Riveiro, Tony Riveiro, Arturo Irizarry, Alfredo Velázquez, Miguel Sepúlveda, Nilda (Cuca) Sanabria, Enrique (Kikito) Ramírez, Eric Báez, Pello Irizarry, Lupercio (Percha) Lluch, Leonel (Ñeque) Cuevas, Rafael Irizarry, Roberto Mercado, Carmelo Martínez y finalmente en pareja Domingo Padilla y el reverendo William Rico.
Según lo establecido, Domingo Padilla, decano del maratonismo puertorriqueño era el designado a entregar la antorcha olímpica en la plaza pública de Lajas, y el reverendo William Rico, también buen maratonista lajeño, correría a su lado. Padilla, en un noble gesto para con su discípulo en el atletismo, lo obligó a sostener también la antorcha olímpica, para entre los dos entrar triunfantes en la última etapa de la carrera. Cuando entraron por la calle 65 de Infantería, antes calle Lealtad, y calle principal del pueblo, con la antorcha iluminando sus rostros sonrientes, empezaron a repicar las campanas del pueblo y una descarga de cien cohetes iluminó el espacio.
La multitud era tanta que invadía la entrada de los corredores. Había gente en las calles, aceras, terrazas, balcones, vehículos y hasta en los techos de las casas. No se querían perder el más grande espectáculo jamás celebrado en Lajas. La policía y los altos oficiales del evento estimaron que en el pueblo en sí se reunieron sobre 10,000 personas para esperar la llama olímpica. Estos últimos momentos de la llegada es algo que jamás se podrá olvidar.
La Banda de la Policía de Puerto Rico calmó un poco los ánimos de la multitud con su ameno y alegre repertorio de piezas musicales. En la tarima de la plaza se celebró el ceremonial programado mientras la antorcha ardía alegre como si gozara con la tenue brisa que se dejaba sentir. El ceremonial siguió su curso entre aplausos y fotografías. Uno de los momentos más emocionantes tuvo lugar cuando nuestro Monserrate (Purro) Basora, máximo exponente lajeño en el boxeo mundial, subió a la tarima y se confundió en un abrazo con Domingo Padilla, y ambos lloraron de alegría. Habían pasado más de 40 años sin verse, desde los años preciados de la juventud, cuando gozaron juntos las alegrías que le brindó el deporte. Purro y Padilla representaron a Puerto Rico en los Juegos Centroamericanos del 1938 en Panamá.
A propósito y para comentarlo aparte por lo emotivo y sentimental dejamos de describir una parte de la carrera de relevo que llevó la antorcha olímpica a Lajas. Cuando Kikito Ramírez corría su tramo llevando la antorcha se detuvo en el kilómetro 5.5 de la carretera 116, exactamente en el sitio que su abuelo Enrique Ramírez cayera mortalmente herido para no levantar jamás, víctima del impacto de un vehículo en la mañana triste del 10 de junio de 1976. Mientras la antorcha permanecía en carrera estacionaria, los familiares, las autoridades religiosas y los presentes, elevaron una plegaria por el eterno descanso del alma de Enriquito, atleta y mentor de juventudes. Enriquito perdió la vida mientras practicaba la carrera del maratón.
Terminado el ceremonial en la plaza Juan Ramírez Ortiz, la gente permaneció en alegre tertulia cerca de la llama olímpica, ya que estaba programada para permanecer toda la noche en ese lugar. Todas las instituciones de Lajas le hicieron guardia de honor. Muchas personas pasaron la noche en la plaza. Félix Rosado después de consumir su turno y otra clase de turnos, durmió en un banco de la plaza como homenaje a la antorcha, o al Dios Baco.
A la mañana siguiente atletas del vecino pueblo de Sabana Grande estaban ya temprano en Lajas esperando la hora de partir para llevar el fuego olímpico hasta su pueblo. A las once de la mañana comenzó un corto ceremonial, ante un enorme gentío que se había congregado en la plaza. En todo el pueblo no se encontraba un sitio para estacionar un vehículo. La gente se arremolinaba ansiosa de ver cuando la antorcha partiera para Sabana Grande. De pronto una lluvia de cohetes se elevó al azul del cielo y las campanas repicando en estrépito marcaron la hora de salida. El alcalde interino de Lajas, Honorable Víctor Marcos A. Ortiz, entregó la antorcha al primer atleta de Sabana Grande, un muchacho fuerte con trazas de buen corredor.
Volvió a sentirse el rugir de las sirenas de la policía, escoltando los corredores hacia el vecino pueblo. Minutos más tarde se sentía a lo lejos el bullicio de una enorme caravana escoltando a sus corredores. La antorcha olímpica se iba alejando más y más, hasta perderse en la lejanía. Se fue a cumplir el compromiso de todos, pero dejó en la historia del deporte lajeño una página gloriosa que ni el tiempo… ni nada… ni nadie, jamás podrán borrar.
🚩Del libro Lajas en el Deporte
Lupercio (Percha) Lluch Figueroa
Lupercio (Percha) Lluch Figueroa
En El idioma Maratonístico Lajas Se Conocía Como La Finlandia Boricua